ROGER VILCA
Hijo fabricado por la señora
Teófila Apaza Quispe (con la
ayuda desinteresada y efectiva
del señor Juan Vilca Mamani)
Hijo fabricado por la señora
Teófila Apaza Quispe (con la
ayuda desinteresada y efectiva
del señor Juan Vilca Mamani)
Hoy es, lo que se dice, el cumpleaños de mamá, sí, de la señora Teófila Apaza Quispe (cuyo nombre también he publicitado tanto como el de papá, incluso más). La verdad es que no sé cuántos años cumple, tampoco he querido saberlo, y, por cierto, tampoco quiero saberlo ahora. Sé que la vida se le está escapando como se nos escurre el agua de las manos, sé que cada día que pasa muere poquito a poco, sé que daría lo que fuera por probar otra vida; tal vez sin hijos por un momento, tal vez sin ser mujer por un momento, tal vez sin tener marido qué aguantar por otro momento, tal vez sola como una estrella, completamente sola, por un instante.
Me basta mirarla de reojo mientras trabaja en la casa acopiando y limpiando botellas descartables, y estimar, con buenas dosis de impotencia, que ha sobrepasado el medio siglo tratando de existir para nosotros, sus hijos. Aunque a veces, mirándole de cerca cada una de las arrugas que, juntas, garabatean su rostro, pienso que está a punto de llegar a los 60 años. Pensar en eso me produce una arcada en el alma.
Ayer, cuando me instalaba en mi cuarto, luego de volver de la universidad, se acercó a decirme (¡a quejarse!) que, por segunda vez, la Municipalidad nos había multado por haber arrimado las botellas descartables a la casa. El municipio nos había sancionado porque, según aparecía en el documento castigador, habíamos usando la vía pública para fines privados. Sí pues, para ganarnos el pan de todos los tristes días.
Edith, mi hermanita de 9 años, que ya sabe del tema (y que por milagro del cielo nos salió inteligente a diferencia de nosotros), dejando su chupetín a un lado, repuso inmediatamente: “Roger, corre a la radio y denúnciale al Alcalde, nosotros somos pobres, no podemos pagar”. Una lágrima pugnaba por salir desde mi clavícula. Cual abogado que quiere saber si su cliente tiene para pagar los honorarios vuelvo a mirar a mi madre y me dan ganas de llorar...
La señora Teófila está de cumpleaños y me deprime tener que saberlo. Ahora que lo sé tomo la resolución de no ir a la casa, no quiero padecer un cumpleaños más de mamá. Se me hace tan extraño, tan injusto, tan pero tan absurdo. Un cumpleaños, y sobre todo el de mamá, siempre lleva la mancha indeleble de una bofetada, de un cartel que en cualquier poste nos avisa que no hemos podido justificar nuestra vida. En Contranatura y en el mundo se ha hecho costumbre celebrar los cumpleaños…, siempre es un motivo para quitarse la correa, ser extremadamente cortés, aflojar la cordura y, con un poco de suerte, ser uno mismo. Pero esta tragedia, perdón, este cumpleaños, este cumpleaños, es diferente; es como si me invitaran a comer pescado con un poco de mango por la noche.
Ella se ha acostumbrado a que le compremos tres cervezas y le pongamos las canciones de Alicia Delgado. Aunque últimamente le gusta más ver los vídeos de los conciertos de Isaura de los Andes. Con eso le basta, eso creo. Ahora que se han puesto de moda las cartas, quiero dirigirle esta:
"Señora Teófila, como usted no sabe cuándo le faltan el respeto y cuándo no, como usted no puede distinguir entre el bien y el mal que le propina su marido, paso a tutearla cual si fuese su vecino y a decirle lo siguiente:
Nunca leerás este mensaje sencillamente porque tú has muerto para el Internet, o peor dicho, porque no pudiste sobrevivir a él. Por eso elijo este medio para decirte algunas cosas que ni con cinco litros de alcohol en el cuerpo podría balbucear:
Cuando vendías tunas en San Camilo (sobre todo las tunas blancas)Cuando los wachimanes te retiraban de las veredas y te hacían añicos los sueñosCuando papá te pateaba el rostroCuando mis manos eran más grandes que las tuyas (¿lo recuerdas?)Cuando me hiciste una mochila de franela roja (y con dibujos andinos)Cuando no le ponías carne a la sopa y decías que así era más ricoCuando no me dejabas ponerme las ojotas en la casa y tenía que andar calapata (no fue buena idea mamá, ahora tengo el pie plano y no puedo estar mucho tiempo parado)Cuando votaste por Fujimori teniendo a Vargas Llosa al frenteCuando yo escondía el cable para que no me peguesCuando preferías llorar y lamentarte en quechuaCuando dejabas mi comida en aquel taper de plástico que nunca le devolviste a la tía EulaliaCuando papá te seducía cada vez que decidías dejarlo (¿por qué nunca decidiste ser mujer, mamá?)Cuando me decías que si trabajaba desde niño más rápido sería hombreCuando vendías los juguetes que me regalaban los alcaldes en Navidad, diciéndome que me comprarías otros mejores (¿qué pasó?, ¿por qué nunca los comprabas?)Cuando me dijiste que no tenías plata para comprarme el álbum de los SupercampeonesCuando me dabas permiso para mirar Tarzán en la casa del tío VicenteCuando permitiste que papá decidiera mis nombresCuando todo eso sucedía… (seguramente no lo sabes, no lo sabes);Dios jugaba con tus trenzas, como aquel niño que nunca fui…, como aquel niño que nunca me dejaste ser...
Adios… y feliz cumpleaños"